
Doña
Remigia, joven aún, hospitalaria y amable con los extraños, vivía feliz cuidando
su rebaño. Todos los días muy de madrugada se alistaba para realizar su rutina.
Su canchita y sal era el fiambre que debía llevar para mitigar su hambre de
mediodía. Durante las épocas en que el choclo ya estaba a punto, prefería
soasar un par de ellos parándolos en una de las piedras de su fogón, para que
el calor del fuego pueda ir tostando los granos frescos. Aquel día también
tenía que ir al Toche a pastar sus pocas ovejas a las que cuidaba con intenso
cariño, porque eran su único sustento. Era ya como las 7 de la madrugada. Abrió
la tranca de la entrada de su casa. –Vamos mis ovejitas, el día está muy
bonito-dijo la paisana mientras entonaba su cántico de siempre:
"Cayapuncha namirimi, cóndor shuca shayanata
muro quishque washishigo atunshashca vincudillo"
Cantaba y
cantaba hasta llegar al río, mientras sus hábiles manos hilaban el copo de lana
que proveía su rebaño. Ya en la pradera del Toche dejaba su hato en el mejor
pasto y ella lo vigilaba sentada en una de las piedras semicirculares, al borde
del río. De pronto, cuando nada hacía presagiar que ese día afrontaría un fatal
destino, llegó por detrás de ella un fornido oso negro y la tomó por la cintura
y se aprestó a cargarla. La mujer, pese a sus esfuerzos por desprenderse del
enorme animal, nada pudo hacer, y fue llevada en brazos de la bestia hasta su
guarida, en el cerro de Yana Caca, y el sabihondo animal
para impedir su fuga tapó la entrada con una piedra muy grande y pesada.

…continuara…
Juan Osito....mmm...recuerdo haber leido este emocionante relato.
ResponderBorrarGracias porque de alguna forma este blog a revivido esta historia.
Saludos desde Colombia :)
Una gran aventura juan osito una gran leyenda :) muy interesante saludos desder chile :)
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