jueves, 1 de septiembre de 2016

Origen del lago de Pomacochas (Parte II)

Continuamos con la segunda parte del “Origen del lago de Pomacochas”.

Al primer canto del gallo, o sea a la media noche, una música muy hermosa se dejó escuchar en la lejanía, la cual se hizo más clara al aproximarse al pueblo. Los habitantes, que además eran muy curiosos, dejaron sus lechos y salieron a aguaitar. Grande fue la sorpresa de estos cuando sobre el cerro de Tranca Urco vieron una nube blanca que parecía una sábana, y que extendiéndose sobre la ciudad la envolvía por completo. Asustados pretendieron huir, pero las aguas se precipitaron, sepultando en sus entrañas a todos los habitantes. Gran cantidad de bandejas de oro y plata llegaron arrastradas por la corriente; en la más grande y hermosa, venia la madre de la laguna. Por ultimo apareció el anciano, llevando en sus manos un gran plato lleno de manteca, con pecas, plantas de totora, carricillo y cortadera, así como un huevo de pato. En el mismo instante en el que lo arrojo al agua, cayó un rayo y partió el huevo, y salieron volando patos y gaviotas. Los peces se multiplicaron y las plantas bordearon la laguna.

Cuando amaneció, la señora y sus hijos vieron con asombro que el pueblo había desaparecido, y que en su lugar había una laguna de aguas azules y sobre ella  se levantó un deslumbrante arco iris, tal como la había mencionado el  mendigo misterioso. Ese mismo día los habitantes de Chachapoyas notaron con asombro también que la laguna del Tapial había desaparecido totalmente, quedando en cambio una extensa llanura cubierta de verde yerba.

Es creencia general que las almas de los que mueren a consecuencia de la inundación, se han convertido en " sirenas", las cuales tienen por costumbre robar criaturas para llevarlas a vivir a su "ciudad Encantada", bajo las aguas.

Durante muchos años la laguna de Pomacochas  fue el terror de los de los nuevos pobladores, descendientes de la única familia sobreviviente y otras que emigraron de los vecinos pueblos de Gualulo y Tiapollo, tales como la Chicana los Catpo y los Ocmata.

Para calmar la furia de las aguas y de los seres que en ella habitan, pidieron al cura-párroco que bendijera la laguna. El buen sacerdote  aceptó gustoso, y entrado en una balsa derramó agua bendita en los "ojos" de la laguna. En este momento se levantó una gran tempestad, y apareció un enorme pez rojo, que mordieron al cura en  el brazo, intento hundirlo. Sus acompañantes lo salvaron, pero días después murió “secándose como un palo”.


Después  de este acontecimiento nadie se atrevía a navegar en la laguna, hasta que don Vidal Catpo se decidió a desafiar el peligro y la vadeo en una canoa. Desde entonces de desterró el miedo, y hoy nadie le teme, pues todos los días navegan en sus aguas canoas cargadas de cosechas.